El Carrao de Palmarito


Edén Chacín

Juan de los Santos Contreras, El Carrao de Palmarito, llanero curtido de campo venezolano, amansador de bestias en la sabana inmensa del Apure, romancero de pueblos y caseríos por los alrededores de Palmarito. Zumba que zumba lo llamaban por lo veloz para saldar las cuentas en tiempos ligeros. Clarín de la llanura. Voz recia sin igual que le ha dado la suntuosidad más importante al gentilicio folclórico de nuestra historia regional, con su copla altanera recorriendo los aires sin obstáculos de nuestra tierra plana.

Un siete de abril del año 1928, la población de Palmarito, Municipio Arismendi del Distrito Páez, vio nacer del vientre de Doña Carmen Cecilia Contreras, a Juan de los Santos, un hijo más de doña Carmen que quizás correría el destino de sus hermanos que se los había llevado el paludismo o los peligros que encierra en sus entrañas el caudaloso río Apure. Sin embargo, El Carrao sobrevivió a aquellos avatares de la vida junto a su hermano Manuel Ramón, a quienes doña Carmen supo levantar con el sacrificado trajín de la madre soltera haciéndole a la arepera, la bandera pastelera, empanadera, etc.

Desde de los diez años de edad, Juan de los Santos, tocaba el cuatro, cantaba y se aplicaba, escondido detrás de las puertas, a aprender a bailar danzando al son de la música venezolana y usando como pareja una escoba. “Muy malo era yo, cámara, pa´ esos tiempos”- nos cuenta-. Aprendió a leer y escribir en las lecciones de Don Antonio Linares Espinoza, en la escuela “Nepomuceno Figueredo” de su pueblo natal. Sin embargo, cuando ya cursaba el segundo grado fue expulsado por faltarle el respeto a una maestra interina. Era bien conocido por empegostar de chimó la silleta del maestro. El maestro conocía de antemano la maldad de que había sido objeto cuando, escribiendo en la pizarra, de espaldas al alumnado, oía las risotadas y por supuesto, conocía también al negrito capaz de hacerle una travesura como aquella. “El diablo” lo llamaban sus compañeros de estudio, apodo que El Carrao ha llevado con mucho orgullo y es el cantor de nuestra música venezolana que más ha cantado con la voz del santo desertor de los cielos. Muchas son las veces que El Carrao canta con la voz del diablo siendo la pieza más famosa “Florentino y el diablo”, contrapunteo que interpreta enfrentando la garganta de José Romero Bello.

En su pueblo, con su pantalón corto todavía, junto a cantores y músicos de la pobresía (palabras del Carrao) alternaba en las fiestas, del pueblo con las vitrolas que animaban las fiestas de los adinerados.

“—No hay como el joropo en vivo, pariente, nos aclara, a lo llanerito chamo, con el olor a carne asada bailando la pareja en buen caney con un buen arpa. Esas vitrolas de los señores de la alta sociedad se desmayan y hay que salir corriendo a darle cuerda pa´que sigan cantando, cámara”.

De ésta forma se expresa El Carrao, con una sencillez y una claridad admirable haciendo gala de la riqueza que se encuentra en la historia cotidiana de sus días vividos. Cualquier cosa hacía yo, chamo, de trabajo rústico y ordinario, nos dice sin ningún recelo. “Trabajé en las fincas de peón. Allí amansaba bestias, trabajo de llano y todo lo que hay que hacer en la faena del campo, pariente, que no es suave”. A los trece años trabajó de marinero en un bongo, lo ponían en el canalete o en el patrón, con ese trabajo recorría el río Apure, desde Palmarito hasta Guasdualito, por un lado, y hasta el Arauca por el otro, transportando todo tipo de alimentos, principalmente pescado.

También como marinero montó su propio negocio, cargando tierra para relleno de solares en una canoa grande. La tierra era transportada a través del río en la canoa y luego desde la canoa hasta el solar, lo hacían a hombros, en conchas de tortugas. Así se ganaba la vida para esos años en Palmarito El Carrao, José Lorenzo Ortega, Purifico Navarro y el fallecido Pedro Araque.

A los diecinueve años, El Carrao, viajó por primera vez a Barinas en busca de mejores horizontes pero, no pasó mucho tiempo en que viera en la necesidad de volver a Palmarito. La situación se puso fea, por Dios santo, cámara, nos dice retornando en el tiempo la admiración, de regreso a Palmarito se convirtió en comerciante de leña.

De una cuenta para arriba
vendió la leña El Carrao
de toda clase de astílla
que le da gusto al asao.
En la bodega de Aldana
dejó la leña pa´ rato
¡Ay pariente! La Orosquera
a correr Juan de los Santos!
¡Ponga el lomo Chacho Herrera!
al monte a buscar madera
así pique pringamoza.
Hay que surtir la bonguera
y llenarle la bodega
a mamá Rita Espinoza.

Por el año 1955, Juan de los Santos Contreras, El Carrao de Palmarito salió de su tierra natal para establecerse definitivamente en Barinas. Tierra que lo adoptó como hijo propio y lo ayudó a impulsar su talento innato para transformarlo en toda una célebre personalidad y una valiosa joya de nuestro folklore. En ese mismo año realizó su primera presentación pública en la inauguración de Radio Barinas. Al poco tiempo y en adelante es un hombre reconocido en toda la ciudad, sobre todo en los sitios de reunión de músicos e intérpretes de nuestra música.

Encontrábamos a El Carrao, con su “buche bien afinao”, en el bar “El terraplanén” que quedaba en la calle Aramendi hacia la costa del río, en “Los topochales” en la calle Pulido o en el bar “La Manga”, donde hoy funciona la Comandancia de Policía. Eran éstos los sitios de finales de los años 50 y comienzos de los 60 donde barineses y turistas podían deleitarse con lo genuino, espontáneo, y alegre de nuestra música popular y folklórica y allí estaba El Carrao, curtiéndose de experiencia y afinando esa preciosa y potente voz que lo ha hecho acreedor de ese tercer nombre de CLARÍN DE LA LLANURA.

Pareciera paradójico, pero la primera vez que El Carrao hizo una presentación fuera de su ambiente llanero, en Caracas, en un medio de comunicación social nacional  lo hizo como bailarín y no como intérprete. Durante el mandato de Wolfang Larrazábal fue invitado por el conocido productor de TV. Don Luis Brito Arocha a su programa “Estampa Criolla”, que se transmitía por Televisa y patrocinado por la leche “Reina del Campo”. El contrato lo había hecho el también conocido compositor e intérprete de nuestra música venezolana Don Ángel Custodio Loyola quien buscó a El Carrao para que participara en la presentación, haciendo pareja con Luisa Taquiba. Según analiza El Carrao, Loyola no lo lleva como  intérprete porque lo hacía deslucir  ante el público con su grandiosa voz- modestia parte- dice El Carrao.

Para los años 60 El Carrao tenía ya su propio conjunto, “Barinas también canta” lo llamó y tuvo en toda su temporada de actuación tres de nuestros grandes arpistas como lo son: Rafael María Gaona, José Luis Reyes del Samán; el padre Wilfredo Cabrera, don Jesús María Pérez y por último el maestro Julio Cadena.

La vida contemporánea de Juan de los Santos, está llena de trabajo, reconocimientos y triunfos. Encontrar en la actualidad a El Carrao en su casa, se ha convertido en una verdadera odisea. “Anda de viaje” nos contesta doña Lina del Carmen Guédez, su tercera esposa, debe venir temprano, pero de una vez sale para Colombia, Maracay, Apure, Caracas, Dios sabe para donde va a cantar esta semana. Los contratos firmados por todo el año, lo mantienen en una actividad permanente superando la carga de su humanidad sexagenaria. Todo el territorio nacional y fuera de nuestras fronteras escucha con verdadera aclamación al clarín de la llanura durante todo el año. En el Edo. Aragua, en Maracay mantiene contratos en “El caney tropical”, “La cabaña tropical”, restaurant “La mulera”, “El entreverao”, alternando con voces criollas de prestigio como Julio Mirada, José Alí Nieves, “El pollo de Aragua”, Francisco Montoya, etc. En la capital de la república encontramos a Juan de los Santos en “La girasona”, centro que ha mantenido durante mucho tiempo una revista musical reconocida y muy concurrida llamada “Así canta Venezuela”, en la “Bella Italia”, la cervecería central, en “Miraven” y “La Ermita” la voz, del clarín de la llanura deleita las nocturnales fiestas del capitalino. También Julián José Bigott en su programa “Venezuela siempre Venezuela” ha recogido en varias oportunidades la imagen y la voz de El Carrao.

Para Juan de los Santos Contreras la vigencia del artista criollo se ha quedado siempre atrapada en las cuatro paredes del gusto de un grupo de nuestra sociedad. Las oportunidades de encontrar espacio en el mundo del espectáculo son prácticamente nulas, dejando solo algunas noches de centros nocturnos de la provincia para cumplir con la importante tarea de difundir nuestras expresiones culturales. Los Medios Audiovisuales de comunicación sobrestiman el artista extranjero y minimizan la participación de representantes bien dotados de nuestro folclore en su programación.

Es opinión de éste fiel representante de nuestro acervo cultural que la atención a la cultura popular, a los valores genuinos de nuestra patria, está completamente deteriorada. Se me hace incomprensible- nos dice- que mientras se gastan millones y millones de bolívares para casas y playas en las que disfrutarán artistas “consagrados” de la capital, en presentaciones de artistas extranjeros en los más lujosos escenarios de nuestro país y los más importantes medios de comunicación; las organizaciones que atienden el desarrollo de nuestro folclore, la actividad cultural que nace, se cultiva y se difunde en el seno de nuestro pueblo, esa atención a los verdaderos valores que proyectan los rasgos más importantes de nuestra sociedad y nuestra identidad como nación, se encuentren pasando por la más desastrosa comprensión económica.

Y para finalizar, nos comenta El Carrao con tono de tristeza en su rostro, que “un poco de nosotros mismos está muriendo cada día, porque cada día morimos un poco como venezolanos”. Afortunadamente estamos a tiempo de recuperar fuerzas y seguir adelante. A mí, por lo menos, todavía me queda garganta para rato y quisiera que esa juventud que se levanta, rica en ideas y posibilidades, tomara como suya la preocupación y la experiencia de estas viejas estampas para darle nueva vida, impulso y modernización a nuestra música venezolana. También a los gobiernos de turno quisiera manifestarle que esta gente sencilla, honesta y sobre todo auténtica es la que le da forma y sustancia al alma venezolanista y debe ser tomada más en cuenta a la hora de repartir decretos, recursos y bondades. Comenta que la cultura popular es el resultado “5” de todo el trabajo realizado por la historia de nuestro país; por qué concentrar la simbiótica formación del hombre venezolano cosa que a lo Carrao se diría “mire chamo, si no nos toman en cuenta a los artistas criollos, que somos los que hemos recogido las costumbres y la inteligencia de nuestros papás y abuelos, a quién van a llamar, cámara pa´que explique lo que somos los venezolanos, nosotros somos lo criollo y los que sabemos más de cultura popular ¡Ajá! ¡Hum! ¡Cómo jerá!

*Venezuela siempre, siempre Venezuela.

FUENTE: Chacín, Edén. «El Carrao de Palmarito» en Parángula (Revista del Programa de Cultura de la Unellez). Barinas, nº 7, año 6, 1989, pp. 8-11. Transcripción: Arlett Colmenares y Milagros Argüelles

Acerca de SAMHUR / Samuel Leonardo Hurtado Camargo

Historiador
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