El Patrimonio Cultural, memoria de todos


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Palacio del Marqués de las Riberas del Boconó y Masparro, enero 2014. Fotografía: Samuel L. Hurtado C,

Samuel Leonardo Hurtado Camargo

El Patrimonio Cultural es un elemento esencial del pueblo barinés, cuyo proceso de gestión debe estar destinado a su valoración como bien cultural que retroalimente a los distintos grupos sociales, que contribuya a su desarrollo y transformación social, propiciándose el reconocimiento de una sociedad multiétnica y pluricultural, democrática, participativa y protagónica, atendiendo a los derechos culturales reconocidos en los artículos 99 y 100 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999).

El Municipio Barinas cuenta con una amplia riqueza cultural la cual se encuentra plasmada en los 11 bienes declarados Patrimonio Histórico según acuerdo del Concejo Municipal N° 44 de fecha 2 de octubre de 2003 integrada  por el Palacio del Marqués de las Riberas de Boconó y Masparro, la Casa de la Cultura “Napoleón Sebastián Arteaga”, el Cementerio Municipal “Nuestra Señora del Carmen”, la Escuela de Artes Plásticas “Cristóbal Rojas”, el Grupo Escolar “Estado Guárico”, el Liceo “Daniel Florencio Oleary”, la antigua sede de la Contraloría General del Estado, el Taller Municipal de Arte “Rafael Calvo”, el Palacio Municipal, la Orquesta Sinfónica Juvenil de Venezuela y la Casa Encinocera.

Asimismo, nuestro Municipio posee 370 bienes declarados de “Interés Cultural de la Nación”, de acuerdo a lo estipulado en la Providencia Administrativa del Instituto de Patrimonio Cultural N° 012/05 de fecha 30 de junio de 2005, distribuidos en 5 categorías: los objetos, compuesta por 34 bienes; lo construido, representado por 97 inmuebles; la creación individual, constituido por 134 expresiones; la tradición oral, formado por 69 expresiones entre cuentos, cantos, rezos, leyendas, recetas curativas o culinarias; y las manifestaciones colectivas compuesta de 36  expresiones ceremoniales y festivas.

El Municipio cuenta además con dos Monumentos Históricos Nacionales, -máxima categoría con la cual se distingue un bien en nuestro país-, constituido por la Catedral de Nuestra Señora del Pilar y Zaragoza, declarada el 2 de agosto de 1960 (Gaceta Oficial de Venezuela Nº 26.320) y la Casa Pulideña, sede del Museo Alberto Arvelo Torrealba,  declarada el 30 de junio de 1976 (Gaceta Oficial de Venezuela, Nº 31.013).

Estos bienes patrimoniales pertenecen a todas y todos los barineses. Tal como es estipulado en el artículo 2 y 44 de la Ley de Protección y Defensa del Patrimonio Cultural de fecha 3 de septiembre de 1993, su preservación, salvaguarda y puesta en uso social no es solo responsabilidad del Estado venezolano, sino también  de toda la ciudadanía, quienes estamos “obligados a una participación activa en pro de su defensa, rescate y conservación”. De igual manera, su gestión y puesta en uso social, implica el desarrollo de actividades articuladas entre los Consejos Comunales y las distintas instituciones encargadas en la materia, a fin de promover un desarrollo cultural integral enmarcado en los principios del objetivo nacional N° 5.3 de la Ley del Programa de la Patria, en el que se persigue la defensa y protección del patrimonio histórico y cultural venezolano y nuestro americano, como uno de los aspectos fundamentales para contribuir a la preservación de la vida en el planeta y la salvación de la especie humana. (hurtadosamuel@gmail.com)

Publicado en: De Frente. Barinas, 8 de febrero de 2014

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La cárcel colonial de la ciudad de Barinas


Virgilio Tosta

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Cárcel Colonial de la Ciudad de Barinas, actual sede de la Casa de la Cultura Napoleón Sebastián Arteaga. Reproducción: Samuel L. Hurtado C.

Cárcel Colonial de la Ciudad de Barinas, actual sede de la Casa de la Cultura Napoleón Sebastián Arteaga. Reproducción: Samuel L. Hurtado C.

 

El edificio de la cárcel colonial de la Ciudad de Barinas no fue levantado de una sola vez. Fue obra de muchos años y de ampliaciones y añadiduras realizadas en diferentes épocas, con mengua tal vez de la unidad arquitectónica. Sin embargo, es uno de los pocos testimonios que recuerdan en aquella capital los ya lejanos tiempos de la dominación española.

Para 1786, cuando Carlos III erigió la Provincia de Barinas, el local de la cárcel apenas se hallaba en sus comienzos. Y una de las tareas cumplidas por el Gobernador Fernando Miyares González no sólo consistió en terminar el edificio; sino también en aumentar su extensión. Así lo informó el referido magistrado al rey de España, en nota fechada en Barinas el 25 de enero de 1787.

En las postrimerías del siglo XVIII, la real cárcel barinesa no sólo servía para castigo de malhechores. Fue también la sede del ilustre cabildo. Dualidad de funciones que realizaba con cierta holgura, debido a las nuevas piezas de alto que se le construyeron en 1799, por orden del Teniente Coronel de los Reales Ejércitos Don Miguel de Úngaro y Dusmet, sucesor de Miyares. Por estas ampliaciones y por la ejecución de otras obras de innegable utilidad pública, se hizo acreedor el señor Úngaro a “Las más rendidas gracias y gratitud” del ayuntamiento barinés, que le fueron expresadas en documento de 16 de diciembre del referido año[1].

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En una de sus celdas estuvo preso el notable trujillano Antonio Nicolás Briceño, fusilado por los realistas el 15 de junio de 1813, en los tremendos días de la guerra a muerte. En otra de sus piezas, permaneció el patricio barinés Juan José Briceño Angulo, ajusticiado cerca del cementerio de la ciudad, el 22 de mayo después de un juicio militar promovido por el jefe español Antonio Tizcar. Y el astuto José Antonio Páez, en los inicios de sus proezas republicanas, fue huésped de la cárcel de Barinas en varias ocasiones. No corrió la triste suerte de los Briceño gracias a la oportuna intervención del fantástico “ejército de las ánimas”, formado por los soldados de la muerte, ante el cual huyeron atemorizados y en desorden, las huestes de Puy, sanguinario jefe realista. En la puerta principal del  edificio quedó marcada la huella del fuerte sablazo que el mismo Páez le asestó, cuando tuvo la osadía de poner en libertad a 115 infelices prisioneros, “destinados a morir en el silencio de la noche, a manos de los verdugos españoles”[2].

Después de la guerra de Independencia, el local de la cárcel de Barinas fue objeto de nuevos agregados. Don Miguel María Pumar, en la época en que fue Gobernador de la Provincia, publicó los conceptos que siguen: “la cárcel de esta capital,  que es un edificio antiguo y de mal gusto con piezas oscuras y sin ventilación, y con unas rejas de madera sin seguridad y feísimas, ha sido mejorada y notablemente aumentada, y se le han puesto rejas de hierro en orden simétrico”. Así escribía el primogénito del Marqués de Boconó en 1839; y se lamentaba de que la escasez de “tejeros o ladrilleros”, sumada a la enfermedad que había sufrido en junio de aquel año, no le hubieran permitido acabar las reparaciones del citado edificio; las cuales una vez que se coronaran “con poco trabajo y poco costo”, contribuirían a darle a Barinas una cárcel que, además de servir de seguridad para los presos, se constituyese en ornato de la plaza pública de la ciudad[3].

Pocos años después, en 1846, la citada casona colonial recibió nuevas ampliaciones, por orden del Coronel Agustín Codazzi, Gobernador de la Provincia. El ilustre geógrafo hizo construir- según sus palabras- “cuatro hermosas piezas superiores”, con sus puertas, ventanas y “demás seguridades necesarias para el resguardo de los calabozos”. Le mandó componer “los corredores de arriba que para nada servían”; y ordenó hacer importantes reparaciones tanto en los “calabozos inferiores”, como en las piezas anexas que entonces hacían de cárcel de la poca fuerza que estaba sobre las armas, y de parque o depósito del armamento y municiones que había en la Provincia. Asimismo, fueron enladrilladas las piezas de abajo, a las cuales se le agregó otra nueva[4].

Iniciada en 1859 la guerra Federal, Ezequiel Zamora, al frente de un ejército de unos 2000 hombres se propuso tomar a Barinas.

En la mañana del 16 de abril, “sábado de ramos”, rompió los fuegos contra la ciudad, apenas defendida por una guarnición de un centenar de soldados, bajo las órdenes del General Ramón Escobar, anciano e inválido prócer de la Independencia. Al este de la plaza pública, en el edificio de la cárcel, se constituyó una de las tres casas fuertes que resistieron las tremendas embestidas de Zamora, evitaron que el caudillo federal tomase la población, como era su propósito, y le obligaron a retirarse “con grandes pérdidas de hombres y de parque”, no sin antes convertir en hogueras muchas de las casas del pueblo.

Durante aquella heroica jornada, la cárcel de Barinas cumplió un papel extraordinario. Ella fue el cuartel principal. Ante el “nutrido fuego” que vomitaban las seis troneras de su garita, y ante el plomo que llovía desde sus balcones, de nada valieron la intrepidez del bizarro Hermenegildo Zavarse ni las imprudentes y temerarias acometidas del propio Ezequiel Zamora.

Tales han sido algunos de los episodios protagonizados por la cárcel colonial de Barinas durante sus dos escasas centurias de existencia. Sus oscuras y sofocantes celdas no sólo fueron triste morada de unos cuantos varones ilustres y de innumerables homicidas y hampones. También sirvió de baluarte para que varones con dignidad defendiesen la tierra que habían libertado después de mil sacrificios[5].

FUENTE: Virgilio Tosta. La Ciudad Viajera. Caracas: Editorial Sucre, 1968, pp. 151-153. Transcripción: Arlett Colmenares / Milagro Argüelles -Unidad de Patrimonio Cultural


[1] En documentos existentes en el archivo general de Indias, Sevilla, de los cuales poseemos copias, constan las ampliaciones y edificaciones realizadas por los señores Miyares y Ungaro, respecto de la cárcel de Barinas.

[2] El propio General Páez refiere en su Autobiografía los detalles de este pintoresco episodio.

[3] Las palabras del Gobernador Pumar se encuentran en un folleto de carácter polémico, intitulado Al público imparcial para que juzgue, impreso en Barinas por Napoleón Sebastián Arteaga, el año 1839.

[4] Palabras contenidas en la Memoria que el Gobernador Codazzi presentó en 1847 ante la Diputación Provincial de Barinas. Pueden leerse en la página 269 del volumen II de las obras escogidas de Agustín Codazzi, edición del Ministerio de Educación, Caracas, Tipografía Vargas, 1960.

[5] Por decisión del Ejecutivo regional, el edificio de la antigua cárcel se convertirá en la sede de la Casa de la Cultura del Estado Barinas, para lo cual se ha iniciado su remodelación y acondicionamiento.

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La Ciudad


José León Tapia Contreras

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El centro de la ciudad, formado por la Calle Bolívar y los alrededores de la Plaza Bolívar, era de viejas casas ruinosas techadas de tejas y con paredes de calicanto. Y a pesar de afirmarse que antes de la Independencia, casi todas eran de dos pisos, la pobreza dejada por las guerras hizo que las reconstruyeran de uno solo, pues la candela, el plomo y la muerte, sumieron la población en total decadencia.

A pesar de las calle se podía reconocer, por las referencias de los viejos, la Casa de Gobierno, colonial cayéndose en los inviernos, invadida de goterones, luego de la reconstrucción a todo lujo que en los últimos años le había hecho el general [Isilio] Febres Cordero. La casa de los Canales, la mansión de Manuel Pulido y las viviendas tradicionales de los Acosta, los Jiménez, los Arvelo, los Ángulo, los Villafañe, los Febres. Y en la esquina de la Plaza, abierto los grandes portones, el Hato de la Fundación, como llamaban la primera vivienda en el más reciente asiento de Barinas, a partir de 1742. Sobre el portal, grabado el nombre y el año para que no se olvidara nunca.

Al salir hacia las afueras del poblado, como lo hacía en las tardes, acompañado de mi padre, nos encontrábamos con las ruinas del antiguo Hospital de Caridad y entre ellas, construida la Quinta Bolívar de Napoleón Sebastián Arteaga, nieto del marqués de Boconó e ideólogo de la Revolución Federal. Un caserón casi caído que mostraba en su patio, el pedestal del primer busto de Bolívar que con arcilla de Punta Gorda, modeló el maestro Manuel Toro escultor de campanas de bronce como las que anunciaban las horas desde las torres del cuartel.

Y este Cuartel, cárcel colonial desde cuando el gobernador Miyares lo reconstruyó, continuaba siendo cárcel, con su garita en la esquina y las ventanas del segundo piso llenas de presos asomados con tanta ansiedad, que inspiraban miradas de compasión: Cárcel de acequia honda en la calle de enfrente para surtirla de agua. Agua clara y raudalosa que en los sitios de la guerra, era derramada por los sitiadores al reventar, a balazos, los baldes que en los extremos de una caña brava, sacaban por las ventanas, los sitiados desesperados de sed.

Afuera, en la esquina de la plaza de Bolívar, elegante y airosa, todavía se mantenía viva con el tronco acribillado de plomo, la mapora de los fusilamientos que desde la guerra de Independencia, había servido para atar a ella a los condenados a muerte.

Una cuadra más allá, altiva y conservando sus balcones, única entre tanta ruina, la casa de alto de Agustín Codazzi el geógrafo italiano y coronel artillero, gobernador de Barinas en 1845.

En la sabana cercana, el Caño Capuchino donde José María Pumar fusiló el fraile que maldijo la ciudad en 1813 y anunció antes morir, que las aguas del Santo Domingo lavarían su sangre al inundar alguna vez sus calles. Más allá estaban los zanjones de lo colerientos, sepultura de las víctimas de la epidemia que azotó la providencia en 1854; y no podré olvidar por lo hermoso del texto, una placa de mármol donde se expresaba por sí solo lo que debe ser un médico: “Al doctor L. Amitesarove muerto en la epidemia mientras ayudaba a sus enfermos”. Refulgía aquel nombre en letras de bronce bajo los rayos de un sol declinante en aquel cielo tan azul.

Más tarde al entrar a la población por la reja de Pedraza, cruzábamos por el cementerio viejo y entre sus tumbas enmontañadas podían leerse muchos nombres familiares que inspiraban nostalgia y miedo, porque eran los mismos nombres repetidos por generaciones como si allí resucitaran los muertos.

Allá lejos, en plena Calle Real, nos esperaba la casa de los abuelos con sus anchos corredores y el corredor de larga mesa, donde se sentaban, antes de llegar la Guerra Larga, los doce hermanos Tapia y Baldó. Y dentro de esos aposentos, infinidad de historias como la del pariente que se fue a Nueva Granada y años después de su muerte, regresó su hijo con un plano de la vieja casa donde su padre dejó marcado el lugar de un tesoro enterrado de 16.000 onzas de oro que, luego de hoyar en sitios diferentes, no aparecieron nunca.

Sin embargo, ese mundo del pasado se iba esfumando a medida que se alejaba del centro de la ciudad y en los alrededores, se encontraban las viviendas de los nuevos habitantes llegados de todas partes.

Casa con techo de palma real y paredes encaladas de familias pobres que a pesar de los malos tiempos, vivían decentemente porque en sus patios, limpios y anchurosos, no faltaban las aves de corral, la troja de aliños caseros y el conuco de topocho y yuca para la diaria necesidad. Y la mayoría de estas familias, tenía tres o cuatro vacas que pastaban en la sabana comunal. Por eso en la mañana, se escuchaban los bramidos de las vacas que esperaban les abrieran las rejas del pueblo para, por el medio de las calles, llegar a los corrales de las casas donde las llamaban sus becerros y el ordeño de cada amanecer. Eso era la ciudad, un conglomerado primitivo donde pese a las diferencias sociales, se mezclaba lo urbano con lo rural, los ricos con los pobres, dentro de cierto clima de convivencia que permitía el sistema político implementado en la nación.

Sin embargo, ya todo comenzaba a cambiar. Hubo un gobernador que dejó la tierra limpia al talar los árboles de las plazas: y las calles empedradas, con sus aceras de ladrillos, fueron suplantadas por calzadas de cemento.

Algunos portones de campo de las casas de los dueños de hatos, se habrían para dejar salir automóviles en vez de los caballos de otros tiempos, aunque no pasaban de media docena los carros traídos de Caracas cruzando en balsa los ríos majestuosos. El Buick de los Chejin, los primeros banqueros de la región, era el más lujoso. Y el Banco de Venezuela, fundado por ellos, suplantó desde entonces, los comerciales que daban dinero en préstamo con garantía de las cosechas de ganado o frutos, a los funderos de las sabanas. Después el Ford negro del gobernador, cuatro o cinco automóviles más y hasta allí llegaban los signos de la civilización.

Esas son las vivencias que me vienen a la mente cuando comienzo a comparar la Barinas de mi infancia con la ciudad actual plena de luces, vehículos de todas las marcas, avenidas, vida fácil; y lo más difícil, hacer entender a las nuevas generaciones que los hechos narrados sucedieron solo hace cuarenta años, arrebatados por un cambio permanente, con la velocidad del viento en esta rica Venezuela de época reciente.

FUENTE: José León Tapia Contreras. “La ciudad”. En: La Prensa. Barinas, 6 de marzo de 2004. Publicado en Édinson Pérez Cantor (Compilador). Barinas en la mirada de José León Tapia. Barinas: Ediciones de la Unellez, 2012, pp. 100-104.

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Niños de la U. E. A. Profesor Clímaco Girón visitan el Museo


Como parte de las actividades programadas para el mes de abril la Alcaldía Bolivariana Socialista de Barinas liderizada por el Licenciado Abundio Sánchez, a través de la Secretaría Ejecutiva del Poder Popular para la Cultura, Deporte y Turismo, la Unidad de Patrimonio Cultural realizó en horas de la mañana del primero de abril una visita guiada a los niños y niñas de la Unidad Educativa Adventista “Profesor Clímaco Girón” de la Parroquia El Carmen del Municipio Barinas.

Niños y Niñas de la U. E. A. Profesor Clímaco Girón durante su visita al Museo de Arte Colonial y Costumbrista "San Francisco de Asís". Fotografía: Robert Alfredo Vela. Barinas, 01-04-2013

Niños y Niñas de la U. E. A. Profesor Clímaco Girón durante su visita al Museo de Arte Colonial y Costumbrista «San Francisco de Asís». Fotografía: Robert Alfredo Vela. Barinas, 01-04-2013

La actividad consistió en un recorrido por las instalaciones de la sede del Museo de Arte Colonial y Costumbrista “San Francisco de Asís”, ubicado en el centro histórico de la ciudad barinesa. Allí, la profeso Arlett Colmenares, guía de sala de museo,  presentó a los niños y niñas la capilla existente en la cual se exhiben importantes objetos relacionados con el culto cristiano de gran valor histórico y patrimonial, como los devocionarios que datan de las primeras décadas del siglo XIX y un hace ostia, del primeros años del siglo XIX, el cual había pertenecido a la catedral de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza.

En la sala doctor José León Tapia los niños y niñas apreciaron la exposición Un canto patriótico para enaltecer el patriotismo de los Zamoranos, inaugurada el pasado 25 de enero en conmemoración  de los 102 años de la adaptación del canto “Alto Timbre Honor Ostentamos” como  Himno Oficial del estado Barinas. En dicha sala, además de exhibirse destacados documentos históricos relacionados con la reproducción de las partes para partituras para banda marcial compuestas por el reconocido compositor Pedro Elías Gutiérrez, se puede apreciar también, el acta original del veredicto del jurado que seleccionó el 19 de diciembre de 1911 la letra del Himno Oficial del entonces estado Zamora, hoy Barinas, en la que resultó ganadora la composición realizada por Rafael Montenegro.

Igualmente, los niños y niñas lograron apreciar la exposición sobre el fotógrafo barinés Henrique Avril, en la que exhiben dos fotografía originales de fines del siglo XIX de la colección del museo, así como una serie de veinte cámaras fotográficas del siglo XX que datan de diferentes épocas y procedentes fundamentalmente de Alemania.

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Calzadas y Montículos en Barinas


Montículos de Manaure. Fuente: José Esteban Ruiz Guevara. Barinas, piedras herradas. (1983)

Montículos de Manaure. Fuente: José Esteban Ruiz Guevara. Barinas, piedras herradas. (1983). Digitalización: Samuel L. Hurtado C. Archivo: Fhenavril

Humberto Febres Rodríguez

En buena parte del territorio de los estados Apure, Barinas y Portuguesa es posible encontrar restos de impresionantes obras de ingeniería indígena, vestigio de una antigua civilización que floreció en esos lugares. Se trata de construcciones de tierra, identificándose hasta ahora tres tipos principales: montículos, calzadas y campos elevados.

Los montículos son pequeños cerros artificiales, construidos por el hombre. Presentan base ovalada y altura variable. Más correcto sería hablar de conjuntos o complejos monticulares, pues generalmente se presenta en grupos de tres o más, con alturas y, posiblemente, fines diferentes. Respecto a su elevación sobre el terreno los hemos visto desde unos cincuenta centímetros hasta cincuenta metros, según señalamiento de Cartografía Nacional para el montículo dominante del conjunto de la Florida. En no pocas ocasiones, pero no podríamos afirmar que siempre, la construcción es aún más compleja pues cada conjunto parece estar asentado en un banco o terraplén que los contiene a todos.

Las calzadas son especies de lomos de perro o camellones de tierra compactados, que pueden alcanzar a varios quilómetros de longitud. Generalmente cruzan sabanas bajas, inundables, pudiendo ir su altura desde algunos centímetros hasta cuatro o más metros. Las que hemos visto presentan esas características, variando su altura entre los cuatro y los doce metros aproximadamente. En ningún caso hemos observado para una misma calzada variaciones en sus dimensiones que no se puedan atribuir a erosión o desgaste. Lo más cambiante sería la altura pues parecen seguir curvas de nivel. Por otra parte, debe pensarse que las construcciones originales, estaban a mayor elevación sobre el terreno y que tanto la erosión (natural y por uso como caminos), como la sedimentación, levantadora del piso, luego de los siglos que deben haber transcurrido desde su erección por los indios, han disminuido esas dimensiones. La asociación entre calzadas y montículos es evidente para cualquier observador y puede pensarse que una de las funciones de aquellas sea la de comunicación entre estos como lo sugiere el gráfico adjunto.

Montículo de Manaure. Fuente: José Esteban Ruiz Guevara. Barinas, piedras herradas (1983). Digitalización: Samuel l. Hurtado C, Archivo Fhenavril

Montículo de Manaure. Fuente: José Esteban Ruiz Guevara. Barinas, piedras herradas (1983). Digitalización: Samuel l. Hurtado C, Archivo Fhenavril

Los campos elevados son camellones levantados sobre el piso de la sabana. Distribución y estructuras pueden ser variables. Se han encontrados en distintos lugares en Centro y Sur América desde 1961. Los de Venezuela se ubican en el distrito Arismendi del estado Barinas, aproximadamente a 20 kms, al Norte del pueblo del Samán (Edo. Apure).Han sido investigados por el geógrafo norteamericano W. Denevan y la arqueóloga venezolana Alberta Zucchi. No cabe duda de que su construcción se hiso con fines agrícolas, pero falta aún mucho qué investigar sobre su importancia y utilización.

Calzadas y montículos, en cambio fueron conocidos por los conquistadores pero aún se desconoce el papel que desempeñaron en las sociedades indígenas. Los sobrevivientes de la expedición de Antonio Sedeño, al mando de los capitanes Antonio Reinoso y Diego de Lozada, parecen ser los primeros en avistarlas en territorio venezolano: según relato de Juan de Castellanos, Sedeño muere “Do el río de Tiznados desencierra/su licor a lo llano convertido”, allí la expedición toma un rumbo Suroeste hasta que “En continuación de su jornada/tierra se descubrió más andadera,/Más en tiempos de aguas anegadas/en su disposición y en su manera,/Do vieron prolijísima calzada,/Que fue más de cien leguas duraderas,/Con señales de antiguas poblaciones/Y de labranzas viejos camellones”. Así llegaron hasta el río Casanare y regresaron hacia Coro. Esto sucedía en 1537. Hacia 1542 Felipe de Hutten anda por las riveras del río Guaviare “caminando siempre por camino llano, alto y enjuto que por pocas partes de aquellos llanos se suele hallar ni se ha hallado” y luego, al aproximarse al país de los Omeguas, donde había un  pueblo o un cacique, llamado Quarica: “… caminaron cinco días por muy seguidos y ancho caminos, aunque por allí parecía la tierra inhabitable”. Todo esto según el decir de Fray Pedro Aguado. Que estas últimas descripciones estén referidas a las calzadas se deduce directamente de la lectura de la recién descubierta acta de fundación de Barinas, allí el capitán Juan Andrés Varela al hablar del sitio elegido para la fundación, dice: “… por ser como es muy conveniente por estar en el paraje de las calzadas largas que atraviesan por los dichos llanos adelante y se entiende van a salir a las dichas provincias de Ycoaraca y Gualcava”. Quarica o Ycoaraca es unos de los nombres del mítico Dorado y de lo anterior se deduce que para muchos de los conquistadores las calzadas eran, ni más ni menos, que “el camino de El Dorado”.

Sobre los montículos cabe referir que figuran también asociados del Dorado en la fundación de Guanare, pues a Juan Fernández de León se le concede licencia para dicha fundación como una avanzada hacia la conquista de las provincias de Cerrillos y la Laguna de Caranaca, otro nombre del fabuloso espejismo. Finalmente Fray Jacinto de Carvajal al hacer la crónica del descubrimiento del río Apure y el Jesuita Miguel Alejo Schabel, en informe a sus superiores, en forma totalmente independiente el uno del otro, refiere la leyenda de que dichos cerrillos o montículos fueron construidos por los indios para que Manaure, el deiao de Paraguaná “hiciera noche”, cuando huyendo de los belzares, cruzó estas tierras rumbo al sur. Arqueólogos e historiadores parece ser que menosprecian estas informaciones por presunta falta de seriedad, acusación esta que pudiera volverse contra ellos si o dan argumentos de peso para su actitud. Nosotros creemos que, despojándolas de las fantasías que evidentemente las adornan, estas noticias deben merecer alguna atención y ser utilizadas en la búsqueda de orientaciones para la investigación de nuestro pasado. Especialmente nos remitimos a la referencia del uso agrícola de las calzadas (Y de labranzas viejos camellones), así como de la relación posible entre los Caquetíos de Coro y Paraguaná con los habitantes aborígenes del Llano.

La ubicación de todas estas obras no es, naturalmente producto del azar, se encuentran citas en lo que geográficamente se conoce como Bolsón de Apure, correspondiente a la zona llanera de más bajo piso altitudinal, con elevaciones entre los 40 y los 80 metros sobre el nivel del mar. Es dable pensar que antes de la existencia de todas esas construcciones su aspecto debió ser de un mar interior, aún hoy en día es zona de fuertes inundaciones, pese al efecto de aquellas. Es lo cierto que mientras nuestros antepasados aborígenes encontraron uso par estas zonas inundables, y hasta podría afirmarse que sin sus obras ingeniales serían inhabitables aún para el ganado, las actuales generaciones con una tecnología presuntamente muy superior no encuentran que uso darles a estos territorios. Experimentos como los módulos de Apure, pese a toda la inconsecuencia con que se han realizado, demuestra la posibilidad de tratar de aprovechar aquella experiencia prehispánica. Investigar arqueológica y ecológicamente, las obras reseñadas, ensayar paralelamente con la experiencia así acumulada y mediante la consideración de ensayos similares en otros países como Kenya, Nigeria, Tanzania y México, debería ser tarea de quienes pretenden encarar consciente y fructíferamente el futuro de nuestros llanos.

FUENTE: Humberto Febres Rodríguez. «Calzadas y Montículos». En: José Esteban Ruiz Guevara. Barinas piedras herradas.  Mérida Oficina de Relaciones Públicas de la Corporación de Los Andes, 1983,  pp. 13-16. Transcripción: Arlett Colmenares y Milagro Arguelle / Unidad de Patrimonio Cultural – Barinas

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Eros y Tanatos en Florentino y El Diablo


Río Sto. Domingo en Torunos+paso principal. Autor: Desconocido. Año: Décadas del 20 Siglo XX. Fuente: Fototeca Virtual «Henrique Avril»

Luisa Benavides de Finol .      Descargar Documento

INTRODUCCIÓN.
Encontrar un camino que permite penetrar el mundo de los sentimientos del hombre es un reto y a la vez una necesidad.
La compresión del hombre una tarea importante pero difícil de abordar. Existen –a mi juicio- buenos motivos para suponer que representan un campo de investigación digno de ser explorado a pesar de que debe reconocerse que relativamente es poco lo que ha quedado establecido como hechos definitivos. El penetrar en el conocimiento de las complejidades de los individuos ha sido objeto de algunos de los paradigmas más importantes de las ciencias sociales. Estos han propuestos vías que – yendo de lo particular a lo general o viceversa- hacen que el campo de las disciplinas que intentan establecer posturas validas a este respecto sea muy rico y diverso.
Siendo así, es importante destacar que la complejidad del objeto de estudio obliga a considerar los paradigmas propuestos como aproximaciones cuya validez esta circunscrita a un campo previamente acotado y reducido. Igualmente, esto nos autoriza a pensar en la necesaria multidimensionalidad de los análisis que pretenden dar cuenta de tal realidad.
Entre los métodos concretos para el estudio del hombre que pueden mencionarse, figuran los relatos etnológicos y etnohistóricos, los tratamientos psiquiátricos y psicoanalíticos, los estudios de opinión pública y de las actitudes, las técnicas d proyección, las entrevistas, los estudios de comunidades y los análisis de contenido.
El especialista en ciencias sociales debe considerar su concepción del hombre “modal” como un modelo válido solamente para el estudio de los fenómenos sociales, del mismo modo que el psicólogo debe considerar su concepción de la sociedad y la cultura como valida solamente para el estudio de los fenómenos individuales. En el universo del discurso psicológico- individual, la sociedad y la cultura son solo medios que permiten actualizar las necesidades subjetivas y los mecanismos psíquicos, así como en el universo del discurso sociológico, colectivo, las estructuras y los procesos psíquicos individuales son solo medios que permiten actualizar las necesidades y los mecanismos colectivos del sistema socio-cultural (DEBE-REUX, 1972).
Aun el científico que se dedica específicamente al estudio del individuo debe aprender a considerarlo como parte de una sociedad y como producto de una cultura. De allí que, por ejemplo, si se tratase de utilizar el análisis freudiano, deberían explorarse y explicitarse las relaciones y correspondencias entre el superyó, el ideal del yo y la estructuración de las funciones del yo por una parte, y la estructuración de la matriz  socio-cultural por la otra.
Cada día se ha comprendido más la necesidad de un enfoque combinado y de que grupos interdisciplinarios cooperen en una empresa científica común.
No existe verdadero conflicto entre el etnólogo que se ocupa de la gramática de una cultura y el psicólogo que desea saber cómo habla verdaderamente la gente. Ambos conjuntos de hechos son pertinentes a la compresión de los fenómenos y sus características.
Es así como en este trabajo proponemos esa búsqueda, a través del análisis del contenido (desde el punto de vista cualitativo) de los productos culturales, utilizando para ello el modelo del Etnopsicoanalisis propuesto por Devereux (DEVEREUX 1972).

LAS CATEGORÍAS DE ANÁLISIS

Las categorías que utilizaremos para el análisis de contenido del poema Florentino y El Diablo de Alberto Arvelo Torrealba son las siguientes:
El Eros o el instinto de vida que representa la lucha por la existencia. Es “lo conocido”, la simbiosis entre el hombre y la naturaleza, la imaginación, la creatividad. Igualmente el amor y la sensualidad, así como el triunfo sobre lo desconocido.
El Tanatos es la destructividad, es la mentira, es la trampa. Es lo desconocido, la noche, la oscuridad, la sensación de lo invisible. En síntesis es el instinto de muerte.
Freud sostiene que un conflicto esencial entre los dos principios es inevitable (MARCUSE, 1972). Este conflicto nunca se resuelve. De allí la ambivalencia que se constata en la constante preocupación del hombre por conocer y dominar el lado oculto de su existencia.
El eros y el tanatos son los dos principios que explican todas las motivaciones del hombre. En estas motivaciones están ambos principios actuando permanentemente. Por lo tanto, explica también todas sus necesidades. Necesidades de creación y de destrucción.
Sin embargo, el hombre imagina. Tiene la capacidad de crear situaciones que pueden, hasta un cierto nivel, satisfacer sus necesidades. Estos mecanismos, entre los cuales también se encuentra el sueño, “resuelven”, por así decirlo, temporalmente el conflicto y reducen los niveles de angustia. Estamos frente a lo que sería la imagen mnémica que es idéntica a la percepción y al hablar de esta identidad, Freud quiso significar que el “ello” es el que la considera idéntica.
Para el “ello” (instinto del placer, deseo) el recuerdo de la comida es idéntico a la comida misma. El “ello” no puede distinguir entre un recuerdo subjetivo y una percepción objetiva del objeto real. La distinción se produce a nivel del “yo”, es decir, la razón.
En consecuencia, nuestro análisis parte de los siguientes supuestos:
En primer lugar, que el poema Florentino y El Diablo es un producto cultural ampliamente representativo de la vida y forma de pensar del llanero y que por lo tanto, en el se resumen gran parte de sus preocupaciones existenciales y de sus respuestas al reto cotidiano de la vida. Esta representatividad aparece confirmada por la difusión del poema y su adaptación y enriquecimiento permanente.
En segundo lugar, que el Etnopsicoanalisis provee categorías validas para una lectura del poema que ponga de manifiesto algunas dimensiones de la realidad del llanero que complementan otras lecturas hechas y por hacer.
En tercer lugar que, si bien la problemática es común a la humanidad en general, es posible encontrar rasgos diferenciales en la manera de afrontar el conflicto entre eros y tonatos. Estos rasgos se manifiestan fundamentalmente en las características que presentan las imágenes mnémicas. Es necesario decir aquí, que dada riqueza de contenido del poema solo se esbozan algunas ideas en torno a su análisis.
En consecuencia, la hipótesis puede quedar formulada así: ene l poema Florentino y el Diablo se manifiestan los instintos de vida y d muerte, fusionados y alterados en los dos personajes principales; por un lado, Florentino, que representa la vida, que despliega su sensualidad hasta que llega la razón y por el otro lado El Diablo que representa la manifestación más pura del instinto de muerte, de lo desconocido, de la destructividad, la mentira, la justificación de la angustia por lo que no se tiene previsto.

EL ANÁLISIS

El poema puede dividirse en tres grandes partes.
La primera de ellas abarca lo que en la publicación de 1957 se denomina “El reto”, y la preparación para el contrapunteo de la segunda parte “santa Inés”. La segunda parte, el contrapunteo en sí, que abarca “El diablo cambia la rima”, “coplero que canta y toca”, “Albricias pido señores”. La tercera parte, es decir, la salvación o conclusión, que en la publicación citada abarca “La emboscada”, “Ahora verán, señores” y “Ecos lejanos repiten”.

PRIMERA PARTE: EL RETO

En esta primera parte del poema –rica en imágenes igual que las demás- se plantea el reto entre la vida y la muerte. Se plantea la soledad de Florentino y se introducen los signos que destacan la particularidad de la circunstancia y del momento: seis de la tarde (comienzo de la noche y la oscuridad):

El coplero Florentino
Por el ancho terraplén
caminos de El Desamparo
desanda a golpe de seis

“Caminos de El Desamparo y más adelante “el Caño de las Animas”, introducen más específicamente la imagen de la muerte, de los muertos.
La naturaleza presagia lo que va a ocurrir. Es un paisaje desolador, agreste y hostil:

Puntero en la soledad
que enlutan llamas de ayer
macolla de tierra errante
le nace bajo el corcel.
Ojo ciego el lagunazo
sin junco, garza ni grey,
dura cuenca enterronada
donde el casco de traspié
Los escuálidos espinos
desnudan su amarillez
Las chicharras atolondran
el cenizo anochecer
Parece que para el mundo
la palma sin un vaivén

En este espacio Florentino aparece representado la vida. La percepción o imagen mnémica elabora el recuerdo subjetivo de todos los elementos que de una u otra manera le anuncian al diablo:
aquello que desconoce, que le crea angustia. Adentrándose en ese mundo viene “muerto de sed” y en este momento hay un maleficio del diablo que no permite beber:

El cacho de beber tira,
en agua lo oye caer;
cuando lo va levantado
Se le salpican los pies,
pero del cuero vacio
Ni gota pudo beber.
Vuelve a tirarlo y salpica
el agua clara otra vez;
ávido sorbo susurran
los belfos del palafrén;
dulce rosario destila
del empapado cordel;
mas solo arena los ojos
en el turbio fondo ven.

En esta situación angustiosa Florentino ansia llegar a su destino, a su caney cundo “con trote sombrío” oye un jinete tras él. El misterio viene a caballo. Se concretiza la imagen mnémica en una sombra. Todo es oscuro: el caballo es negro, la manta y el sombrero de pelo e´ guama también. No es posible verte la cara y pasa por su lado sin volver la mirada cantando:

En negra orilla del mundo
Se han de hallar de quien a quien
Aquel que ve sin mirar
Y aquel que mira sin ver.

La “negra del mundo” alude, entonces, a ese espacio limite después del cual se abre lo desconocido, se acaba lo existente.
Es allí se producirá el “careo”, la confrontación. El eros y el tonatos se presentan en conflicto.
Un conflicto que no es externo a florentino. Es su propio conflicto que deberá ser experimentado hasta que se “resuelve” temporalmente. Hasta alcanzar un equilibrio inestable. Hasta que resurja y exija una nueva confrontación. Por eso Florentino no elude el reto. Es imposible huir de sí mismo. Es por ello que la confrontación tendrá lugar en Santa Inés que es el espacio de Florentino, es su “patio”. El diablo le concede ventaja en cuanto al espacio de la confrontación. No sucede lo mismo con el tiempo, puesto que será en la noche –donde el diablo es el Rey- que se producirá el enfrentamiento.
Es posible reconocer, como ya anotamos, la presencia del destino, de lo inevitable en la aceptación por parte de Florentino del desafío del diablo. Acostumbrado a enfrentarse a múltiples retos, a desafiar permanentemente la hostilidad del medio, a batallar para la conservación de su existencia (que no es solamente físico sino que implica un espacio, una libertad, una manera de vivir), es imposible dejar de hacerlo en esta oportunidad. Veamos.

Sabana, sabana, tierra
que hace sudar y querer,
parada con tanto rumbo,
con agua y muerte de sed.
una con mi alma en lo sola
una con Dios en la fe,
sobre tu pecho desnudo
yo me paro a responder.
Sepa el contador sombrío
Que yo cumplo con mi ley
Y como cante con todos
Tengo que cantar con él.

Ya en Santa Inés Florentino se enfrenta al Diablo quien le recuerda con el primer verso que está bajo la influencia de alguien más poderoso que puede ponerle trampas y hacerle maleficios:

Catire quita pesares,
contéstame esta pregunta:
cuál es el gallo que siempre
lleva ventaja en la lucha
y aunque le tumben el pico
tiene picada segura?

SEGUNDA PARTE: EL DIABLO CAMBIA LA RIMA

Si al comienzo el desafío se presenta como imagen mnémica, ahora, al comenzar el contrapunteo podemos hablar del paso a la imagen a la imagen secundaria. El diablo se concreta como posibilidad. Ya no es posible negarse a recocerlo no diciendo su nombre. Florentino se lanza decidido, envalentonándose y ejerciendo su libertad bajo el razonamiento de que tan él es el mejor que hasta el Diablo lo busca. Hay aquí una reafirmación de si mismo y de sus posibilidades:

no hay espuela que me apure
ni bozal que me sofrene,
ni quien me obligue a beber
en tapara que otro llene,
ni me haga arrollar las mangas
habiendo tantos jejenes.
Coplero que canta y toca
justa ventaja retiene.
Toca cuando le da la gana
canta cuando le conviene.

Esta decisión de  ejercer su libertad de vivir lo hace ganar terreno. en “Albricias pido señores” los argumentos de Florentino toman mayor fuerza y seguridad. Es él quien ahora pone las trampas para ganar tiempo, para que el Diablo lo sorprender el día y así pierda su espacio que es la noche.
El conflicto alcanza así su clímax para avanzar hacia su desenlace y síntesis en la última parte.

TERCERA PARTE: LA EMBOSCADA. SALVACIÓN O CONCLUSIÓN

Aquí se produce una tregua tensa. Hay expectativa por la resolución del conflicto. Ambos, Eros y Tánatos, Florentino y el Diablo saben lo que va a pasar. Sin embargo Tánatos, sin rendirse todavía ensaya nuevamente un tanque:

Le salgo por otro rumbo
a ver si topa el atajo.

En “Ecos lejanos repiten” se plantea definitivamente el triunfo del eros; cuando llega la aurora triunfa la emboscada  que le tendio Florentino. Llega la luz y con ella el triunfo de la vida sobre la muerte.
Por primera vez Florentino se atreve a nombrar a Satanas ya seguro su triunfo. Como golpe de gracia Florentino invoca a todas las deidades que lo protegen:

Y no piense al suspirar
Sácame de esto con Dios,
Virgen de la Soledá,
Virgen del Carmen bendita
Sagrada Virgen del Real,
tierna Virgen del Socorro,
dulce Virgen de la paz
Etc.

Florentino entiende que la única forma cierta de combatir  al Diablo es mediante el recurso a Dios. Cabe preguntarse por qué su destino es vivir el reto, el conflicto de la vida y de la muerte. Aquí triunfó  la vida, pero algún día triunfará la muerte.

CONCLUSIONES

El análisis presentado, reconocemos es limitado, solo se pretendió explorar la posibilidad de una lectura del poema utilizando las categorías del psicoanálisis. Tal lectura es posible y podría ser enriquecida con el aporte de otras disciplinas.
Los productos culturales contribuyen un valioso material para la compresión de las características particulares del llanero y el poema “FLORENTINO Y EL DIABLO” expresa una síntesis que ha rescatado a lo largo del tiempo su idiosincrasia; y en él, se reconocen rasgos fundamentales de su personalidad.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS.

DEVEREUX, Georges. Etnopsicoanalisis complementarita.
Buenos Aires. Amorrortu editores 1972.
De la Ansiedad al método en las ciencias del comportamiento. México Editorial Siglo XXI, 1977. 5ª. Edición.
MARCUSSE, Herbert. Eros y civilización. España. Edit. seix Barral, S.A. 1972.
ARVELO TORREALBA, Alberto. Florentino y el Diablo. Caracas, Vitrales Editorial, 1985.

FUENTE: Luisa Benavides de Finol. “Eros y Tanatos en Florentino y El Diablo” en Parángula (Revista de Cultura de la Unellez). Barinas, Nº 10, 1991, pp. 9-13. Transcripción: Unidad de Patrimonio Cultural.

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